La primera máquina tragaperras fue construida a finales del siglo XIX en Estados Unidos. Fue Charles Fey quien construyó, en la ciudad de San Francisco, la primera de estas máquinas, a la que llamaron la "Campana de la Libertad" por sus dibujos de campanas.

Un siglo después, estas máquinas existen en muchos tipos y formas, y muchas son manejadas por ordenador.

Hoy en día, las tragaperras son sumamente populares, pero éste no fue siempre el caso. En los años 70, las tragamonedas no eran consideradas un verdadero juego de azar, sino que eran jugadas más que nada por las mujeres de los grandes apostadores de juegos de mesa, como el poker o el blackjack. En aquellos tiempos, los "apostadores respetables" no jugaban a las tragaperras.

Para intentar ganar a las primeras tragaperras, que funcionaban mecánicamente, la gente intentaba desde el uso de imanes hasta perforar las máquinas . . . Existía incluso un método legal conocido por unos pocos: consistía en bajar las palancas de tal manera que se pudiera controlar las ruedas de la máquina. Esta "trampa" aumentaba las probabilidades del jugador pero preocupaba a los dueños de casinos. Con el tiempo, se fue modificando el mecanismo de las máquinas hasta crear las máquinas electrónicas que existen hoy.

Actualmente, la gran mayoría de las máquinas tragaperras que se ve en los casinos funciona con mecanismos electrónicos, es decir, manejados por computadora. Por ello, la manipulación exterior es imposible.

Los operadores de casinos han creado nuevos tipos de tragamonedas: las tragamonedas electrónicas, con gráficos y efectos de sonido.

Otra novedad es la conexión de máquinas tragaperras entre sí, creando, de esta manera, los pozos acumulados. Si nadie gana el pozo, éste se va acumulando con el dinero ingresado en cada máquina. El pozo acumulado puede convertirse en un formidable premio, aunque es cierto que las probabilidades de ganarlo disminuyen. Los pozos acumulados colaboraron enormemente en aumentar la popularidad de las máquinas tragaperras.